Sunday, October 29, 2006

18 años.

Lo que más recuerdo es el aroma delicioso de tu pipa, fruto de un laborioso proceso al que te dedicabas cada cierto tiempo: moler las hojas secas de brevo, las cáscaras de manzana y mesclarlas con brandy y miel... Y tu colonia de lavanda, inconfundible, que se mezclaba en tu cuello con el aroma de la gomina "lechuga". Luego se precipitan los recuerdos: tu amor por las discusiones inteligentes, por el son y los boleros; tu gusto esquisito para vestirte y la hilera de zapatos finísimos que embolabas los domingos por la noche. Saltar sobre tu pecho ancho y caer entre carcajadas sobre la cama; los negocios que me planteabas y en los cuales yo debía pagar con besos y abrazos... Ir a misa muy pequeña, cogida de tu mano grande y segura, o ir a cine al Embajador y descubrir con gran asombro que ya te sabías todas las tramas de todas las películas; los buñuelos rellenos de guayaba en la 22 con 7 o los almuerzos en el club del Rosario, en los que le permitías a una pequeña niña mimada pedir cóctel de langostinos y Filete Mignon para almorzar. Tu recuerdo me sabe a postre de natas y a mil hojas de Picaflor, de la que comprabas la torta completa. Luego llega tu costumbre, tan tranquilizadora en mis miedos infantiles, de leer hasta altas horas de la madrugada; tu horrografía incorregible, tus modales impecables de cachaco impenitente. Te veo como andabas siempre, con tu saco a cuadros marrones de grueso paño inglés, las gafas gruesas y la bellísima corbata italiana. La pipa en el bolsillo y en la mano el paraguas. Eras seductor y agudo y me heredaste sin vergüenza ese gusto irrefrenable por las cosas buenas de la vida. No sólo el jazz sino el vallenato viejo, ése que tocabas de oído en la guitarra; no sólo el béisbol sino la buena mesa, los buenos licores, el buen cine.
Aprendí de tí el amor por Cartagena, por las tiendas de las carreteras, por Colombia, ésa que nunca quisite ver corrupta ni perdida; de tu mano recorrí el centro de esta Bogotá que vió nacer y morir y a la que le entregaste tus esfuerzos.
Hoy veo en mi hijo tu mirada y tu agudeza; el mismo pelo negro y rebelde de mulato, el mismo gusto por las cosas buenas.
Te extraño.

Saturday, October 28, 2006

¡A volar, Cardenales!

Cardinals fly high!

Saturday, October 07, 2006

Futuro Portnoy...

Bueno, a los cinco ya le gusta Slayer y oye Sepultura. No se quiere cortar el pelo nunca más porque él va a ser ¡roquero! y se quiere disfrazar de Aldaron en halloween. Ya hizo trato con su profesor de batería y también está aprendiendo a tocar guitarra. En fin...

http://s100.photobucket.com/albums/m30/nimphredil/?action=view&current=MOV00178.flv

Thursday, October 05, 2006

El derecho a la gordura

Si, tengo 10 kilos de más... ¿Y?
Si, estoy gordita. Tengo "bananos". Y por esa razón deber quedar en el olvido la ropa apretada, los bikinis y los corsés... O.K.
De acuerdo, ya no soy físicamente atractiva para un hombre promedio.
Vale, no haría levante en el bar de moda.
Lo acepto. debo renunciar a sentirme bella, pues lo de hoy son las flacas anoréxicas y mi voluntad no da para dieta de hambre y mi bolsillo no da para gimnasio.
Está bien. Asumo las consecuencias.
¡PERO QUE NO PUEDA VESTIRME Sí QUE NO LO ADMITO! ¿CÓMO DIABLOS ES POSIBLE QUE LOS DISEÑADORES Y FABRICANTES DE JEANS NO HAGAN PANTALONES DE TALLAS SUPERIORES A 8???
¿Qué putas les pasa por la obtusa cabeza?
¿Cómo es posible que en ningún almacén de marca se consigan pantalones talla12?
¿Cómo es posible que en ningún almacén de ropa de chapinero se consigan jeans talla12?

Puedo aceptar que mi atractivo sexual termina donde nacen mis gorditos; es la maldita época materialista que me ha tocado vivir. Pero que no tenga derecho a ponerme unos jeans o una camiseta, eso sí que no lo acepto. Les va la madre a los diseñadores de mierda que no pueden imaginar a una gordita con sus jeans.

Como si fuera difícil hacer ver bien a una flaca. O a una vieja bonita. Ahí les va el reto a los diseñadores: que diseñen para que nosotras, las gorditas o las feas, nos veamos bien... Ah, porque eso sí les exige un poquitín de cerebro, ¡cabrones!