Pues sí. Lo confieso: voy a misa. Rezo. Comulgo. Hago novenas. Y, sobre todo, aguanto los largos sermones que pocas veces me dicen algo edificante. No entiendo cómo alguien, en el nombre de Cristo, se atreve a discriminar a otros. Cómo se atreve un hombre, tan humano como cualquier travesti de la caracas, a establecer lo que Dios acepta y lo que no; cómo se atreve a hablar de familia y sexualidad con odio e intolerancia, cuando Jesús lo único de lo que habló fue de amor, perdón, tolerancia y generosidad. Cómo puede alguien decir que debemos llevar el amor de Cristo a todos los ámbitos de la vida y un segundo después condenar las relaciones de los otros.
La iglesia TIENE que cambiar. Tiene que darse cuenta de no hay espacio en este mundo para más Jihads; que su misión es hacernos tolerantes; que tiene que ser promotora de la paz y la solidaridad entre los hombres.
Cómo se atreven a usar el nombre de Dios para condenar el amor. Anuncian la llegada del "maligno" y éste se ríe en sus corazones. A ver, teólogos y estudiosos, díganme cuándo Jesús condenó a los homosexuales, a los que hacen al amor, a los que intentan tener hijos, a los que quieren sanar, a los que buscan morir dignamente, a los discriminados, a los que quieren ser felices sin dañar a nadie.
Además, hombres de poca fe, ¿Acaso no se hace siempre la voluntad de Dios? ¿No es entonces su voluntad que los hombres se amen entre ellos, que la ciencia avance, que el mundo dé sus frutos?
Qué poca fe, qué poco amor, qué poca tolerancia; cuánta discriminación, odio y avaricia reinan hoy en día en los templos. Ay, Iglesia, cuánto debes dolerle al Señor.
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Sunday, June 24, 2007
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