"Mas andar el lado oscuro parece inevitable, no muy saludable, pero es aleccionador." Café Tacuba.
El hermoso corcel que la había traído hasta aquí no tenía miedo. Era un bello descendiente de los mearas, pero había sido criado en las mazmorras ocultas de unapatria nefasta. Su piel oscura y reluciente no se estremeció ni una vez ante las puertas gigantescas, ni ante los horrores que aguardaban tras ellas.
Motivada por la calma y frialdad de su caballo, Nimphredil echó atrás la capucha y dejó que la tormenta jugara con su largo cabello castaño. Levantó el rostro, pálido y frío, y cantó... Un canto profundo y aterrador. Ante esta señal, las puertas comenzaron a rodar, lentamente, dejando una fisura cada vez más grande en la muralla tenebrosa. De repente el canto cesó y las puertas se detuvieron, a la espera. Nimphedil volvió sus ojos fríos hacia el norte y al oeste, allí donde dormía su verde sueño el bosque de los ents. Abrió su capa, de la cual surgió la mariposa más bella que se haya visto jamás. Posada en la mano blanca de la elfa, el insecto esperó: con la magia de su raza, Nimphredil depositó en ella el inmenso amor que siente por las cosas bellas, por las mañanas luminosas, por el canto del agua entre las raíces de los olmos viejos, por los largos consejos de los ents, por el vala luminoso que habita en el bosque misterioso de Fangorn. Por un instante, sus ojos reflejaron la luz del sol y el verde de las hojas.
Cuando la mariposa emprendió el vuelo, su rostro recobró la frialdad. Se volvió decidida hacia las Morannon. Allí encontraría las respuestas. Su necesidad de saberlo todo, comprenderlo todo, la había llevado hasta ese lugar y no pensaba regresar. Ahora, que conocía los pasajes estrechos que su alma anidaba, necesitaba llegar hasta la sabiduría más profunda y más poderosa. Después de haber conocido las dulces recompensas del amor y de la entrega; después de dominar las frágiles leyes de la naturaleza, necesitaba conocer lo que había más allá. Lo que aguarda oculto, las leyes de la sangre y del dolor; las leyes últimas de lo perverso.
Espoleó con fuerza su caballo y apretó los labios. Por sus ojos cruzó el destello helado de la determinación.
La pequeña figura cruzó la abertura a galope tendido, los cabellos y la capa agitadas por el aliento devorador del país de las sombras. Tras ella, las puertas se cerraron despiadadamente.