Monday, July 04, 2005

El Hada Verde

Desde tiempos antiguos, el ajenjo (que crece en toda Europa, excepto en el extremo Norte) había sido utilizado con fines medicinales. Un papiro egipcio del 1.600 a.C. lo menciona por sus virtudes tónicas, diuréticas y antisépticas. Hipócrates lo recomendaba contra la ictericia y Galeno contra la malaria. Etimológicamente, "absinthium" quiere decir en griego "carente de dulzor" o "imposible de beber". En francés existe la expresión "avaler l'absinthe" (tragarse el ajenjo) que significa soportar algo desagradable o doloroso con estoicismo. Según parece, los vencedores en los antiguos juegos Olímpicos eran obligados a beber una bebida mezclada con ajenjo para que, al tiempo que saboreaban el éxito, no olvidaran las pasadas amarguras y derrotas. Ya durante la Edad Media eran corrientes ciertos "vinos de ajenjo" hechos con hierba, anís e hisopo y consumidos para aliviar anginas, inflamaciones de párpado y dolores de muela.
El apogeo del ajenjo tuvo sede en la capital francesa, entre 1880 y 1914. Las estadísticas arrojan que en 1910 se bebían en Francia unos 36 millones de litros de absinthe por año, frente a los 700 mil de 1874; que, de los miles de licores disponibles, el consumo de absinthe abarcaba el 90%, y que por entonces existían en París unos 360 mil cafés y cabarets. Hay quienes creen que el boom de los cafés se debió a la mala condición de las viviendas; la gente prefería salir y, de paso, socializar. Las cinco de la tarde pasó a ser "la hora del hada verde" o "la fée verte", tal el apodo que se le daba al ajenjo.
Es posible que el rito que requería el absinthe a la hora de ser servido aumentase su popularidad. El rito era el siguiente: a) se servía en un vaso una medida; b) se colocaba sobre el vaso una cuchara perforada, una especie de colador barroco; c) se ponía un terrón de azúcar en la cuchara; d) lentamente se vertía agua helada a través del colador azucarado, en una proporción de 4 ó 5 medidas de agua por una de ajenjo. Claro que había diferentes costumbres: algunos preferían beberlo puro, otros lo mezclaban con vino helado en vez de agua o fabricaban cóctels agregando limonada, naranjada o pimienta. El famoso Toulouse-Lautrec decía haber inventado una mezcla de ajenjo y coñac llamada "Terremoto".
En su libro Absinthe: History In a Bottle, Barnaby Conrad explica que hacia finales del siglo XIX "el vaso verde sobre la mesa de café simbolizaba anarquía o un rechazo deliberado a las normas y obligaciones de la vida". La bebida era estimada por la bohemia "decadente" no sólo como un afrodisíaco, sino como una fuente de inspiración artística. La lista de famosos bebedores incluía a Edgar Allan Poe, Jack London, el dramaturgo August Strindberg y Oscar Wilde, para quien un vaso de ajenjo era "tan poético como una opuesta de sol".
Alfred Jarry, autor de Ubú Rey, sólo consumía absinthe puro y a menudo salía a andar en bicicleta con la cara o el cuerpo pintados de verde, en tributo a la fée. "El whisky y la cerveza son para los tontos; el ajenjo tiene el poder de los magos", afirmaba el poeta inglés Ernest Dowson, autor de la oda alcohólica "Absintea Taetra", escrita durante una estancia en París en la que frecuentó a Baudelaire y Mallarmé.
El también poeta Paul Verlaine era ya todo un alcohólico cuando empezó a beber ajenjo. Se asegura que consumía abundantes dosis en compañía de su amigo y amante Arthur Rimbaud. Una foto lo muestra en el legendario café Procope, sentado tras un vaso con la infaltable cuchara. Uno de sus versos dice que "mi gloria es un humilde y efímero Absinthe".
Pero el caso más divulgado tal vez sea el de Vincent Van Gogh, quien al parecer fue iniciado en la materia por su amigo y colega Paul Gauguin. Aún hay quienes adjudican su suicidio o la pérdida de su oreja a los efectos de una intoxicación con el licor. Para la muerte de Van Gogh, en 1890, ya se había desarrollado la palabra "absintheur" para calificar a los adictos a la bebida, y ya se estaba discutiendo la conveniencia o no de su venta libre.
Muchos autores, como el propio Barnaby Conrad, se preguntan si los rumores de prohibición no hicieron más que aumentar el consumo y la atracción que despertaba la aureola maldita de la bebida. Hoy aún se afirma que el ajenjo tenía propiedades alucinógenas. Otros responden que esto no era así (salvo que se bebieran cuarenta vasos) pero que bajo su efecto relajante los sueños se volvían surrealistas u obscenos. "Después del primer vaso, uno ve la cosas cómo le gustaría que fuesen. Después del segundo, una ve cosas que no existen. Finalmente uno acaba viendo las cosas tal como son, y eso es lo más horrible que puede ocurrir", dijo Oscar Wilde sobre su experiencia.
A comienzos del siglo XX, el "hada verde" había pasado a llamarse el "peligro verde" o el "demonio verde", y no sólo en Francia. Una asociación cristiana de los Estados Unidos repartía por entonces un folleto titulado "Ajenjo, la bebida del demonio". "Los bebedores de absinthe mueren todos tuberculosos, locos o paralíticos", postulaba un volante que en 1897 repartía a los transeúntes de París cierta Sociedad Antialcohólica.

La excéntrica conducta de los "artistas absintheurs" no bastó para empujar la prohibición. Fueron un par de hechos policiales los que determinaron la caída del licor. El primero de ellos --y el más ruidoso-- ocurrió nada menos que en Suiza, país natal de la bebida, en agosto de 1905, cuando un hombre llamado Jean Lanfray, un granjero de 31 años, fue acusado de matar a su mujer y su hijo bajo los efectos del ajenjo. La policía, que había hallado en casa de Lanfray rastros de numerosas bebidas alcohólicas, pronto supo que el asesino solía beber cinco litros de vino por día, además de dos vasos de absinthe. La prensa se ocupó de destacar más esto último, para hablar del "crimen del ajenjo".
En realidad, el absinthe sigue siendo tolerado en países como Andorra, Portugal e incluso España. Uno de los últimos "artistas absintheurs", Ernest Hemingway, se hizo devoto del ajenjo español, a tal punto que el licor aparece mencionado en "Por quién doblan las campanas".
Los defensores del absinthe parecen no atraverse a confesar que, en muchos casos, su hondo anhelo es la legalización de la fée verte. Saben que la empresa es muy difícil. Pero algunos han oído decir que, a fines de los ochenta, un grupo de políticos franceses llegó a hacer un tibio lobby para derogar la prohibición. Y otros saben de memoria lo que el polémico Aleister Crowley había escrito en The Green Godess, su libro sobre el ajenjo: "El prohibicionista debe de ser una persona sin un caracter moral, ya que no puede concebir a un hombre capaz de resistir las tentaciones".

...Pero es que es difícil, ¿o no, Ar-Adúnakhor?

3 comments:

Jaime Diaz said...

Y sera mio!!! solo mio!!!! Jajajajajajajaja (risa neurotica con ojos inyectados)

Anonymous said...

Alguien dijo en una ocasión - no recuerdo su identidad y tampoco me atrevo a citar literalmente - que si alguien te prohíbe ver por una ventana porque por allí podrías ver al diablo, con certeza, si te asomas, verás a Dios.

Germán said...

Eeeeh... si, Turin, por supuesto. Ejem.