Bueno, habrá que resignarse. Todo lo que me dice la cultura y el entorno es que ya no hay belleza en mí. Y sin embargo, es extraño. Aún me siento bella.
Pero mirémoslo. Según cierto "amigo" mío, la belleza va inevitablemente unida a la juventud, pues, según él, biológicamente los hombres buscan úteros jóvenes. Bien, por ese lado me toca olvidarme del cuento, pues a los 33 ya no se es joven. Por otro lado, la publicidad me dice que, definitivamente, no cuadro en el esquema de belleza actual. No soy ni alta, ni flaca, ni tetona. No tengo el abdomen plano ni los glúteos levantados. No tengo el pelo liso, negro y brillante como debería.
Y hoy, por primera vez, de verdad, me he dado cuenta de que no soy bella. Antes de hoy todos esos esquemas, aunque a veces me indignaban un poco, por aquello de las niñas anoréxicas, eran ajenos a mí. Pero de repente sentí que en realidad sí me corresponden. Que es algo ridículo que yo guarde pretenciones frente a la belleza. Que, definitivamente, sólo me queda ser interesante y, si acaso, que no sexy, sí buen polvo.
¿Esto significa la madurez? ¿La fealdad? ¿Son tan horribles los gorditos, las arrugas, las estrías de la lactancia, las canas?
O hay que matarse en un gimnasio, hacerse 14 cirugías, 25 dietas y gastarse una fortuna en una peluquería...
Y sin embargo aún me siento bella: en el fondo de mis ojos, en mi sonrisa, en la forma de mis pezones, en la suavidad de mi piel, en la amplitud de mis caderas, en la curva de mis pies. Cuando coqueteo, cuando me apasiono, cuando gozo. Aún me siento bella. ¿Será tan sólo una estúpida forma de soberbia?